viernes, 29 de octubre de 2010

Día inusual

Tras un largo día de actividades y con la esperanza de descansar, llegó la salida. En su posición no esperaría descansar, ya que los indicios  no lo mostraron de ese modo. Aún así, se acomodó en su bus plácidamente. Audífonos, por supuesto. Volumen intermedio, como siempre. Canciones alegres, irónicamente.

 Lentamente se fue introduciendo al mundo surreal que su mente reflejaba. ¿Acaso no se imaginada lo que le esperaba? Al parecer no. Hizo un análisis de las situaciones de su día; sin embargo, no le atinó a la señal de un “fin previsto”. 

Conforme avanzaba el bus, el tiempo en ella se iba deteniendo. Las imágenes eran menos nítidas. Y los sonidos se volvieron más sordos. No sabía el porqué pero su corazón palpitaba descontroladamente. Sí, el presentimiento la invadió. 

No le prestó atención a su entorno, tan sólo cuando la noticia llegó a sus oídos. No era la forma, tal vez. ¿Por teléfono y horas después del suceso? No lo creo. A partir de ahí su percepción fue diferente. Las canciones parecían estar elegidas, a pesar de ponerlas en “aleatorio”. El frío era intenso en su interior. Miró hacia la ventana con una acumulación de agua dentro de sus ojos. Las nubes cambiaron de forma, más densas. Cielo gris...
 
El bus seguía moviéndose cuando su mente ya no. Era como estar atrapado en rejas que evitaban la salida. Ya no importaba si el volumen estaba alto para no escuchar las voces externas, tan sólo quería huir. Huir de las espantosas retrospecciones que la encaminaban hacia la cruda reflexión. Hasta que… “Pero si sabes que ella te lo pidió primero, ¿por qué se lo das a su hermano?” Sí,  siempre estaba a favor de las causas justas e intervenía cada que fuese necesario. “No te dejes vencer. Mantén tu meta firme y lo lograrás. Como yo en los 400 metros planos…” También estaba en los momentos difíciles para combatir a la rendición…Por lo visto fue muy tarde, las retrospecciones le ganaron. Toda una gama de recuerdos y frases la rodearon, por ende el desconsuelo era mayor.

Dentro de sus recuerdos, se topó con una frase dicha por ÉL hace un año: “Cuando llegue mi momento, espero que dentro de muchos años, no quiero que me despidan con tristeza. Tan sólo quiero que mantengan vivos los buenos momentos, y así me recuerden con felicidad…” Fue complicado que lo aplicara, pero ganó fuerzas para animar a su familia a ello. Sin embargo, cuando ya estaba en su cuarto sola, las finas cascadas resbalaron por sus mejillas. Y así fue durante un buen periodo…
 
Quizá los recuerdos aún la invadan. Pero ya tiene control sobre sus emociones. Así pasa y así volverá a pasar. Es un ciclo. Uno doloroso, si le prestas atención. Y sí, María Iribarne tenía razón: “La felicidad está rodeada de dolor”.

1 comentario:

  1. Muy bueno! ya te sigo en tu blog!, me gustaria que siguieras el mio srodrigueznunes.blogspot.com , ya que creo que a nivel de escritura podemos compartir mucho!

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